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6 de julio de 2021

El caso de Guadalupe reavivó la memoria de otros tres desaparecidos en San Luis

La búsqueda de la niña de cinco años vista por última vez hace 22 días removió la angustia por la desaparición de Matías Edgardo Dávila, Lucas Bolotti y Abel Ortiz, a quienes parecería que "se los tragó la tierra". 

  Matias Edgardo Dávila fue visto por última vez en San Luis el 2 de mayo de 2017. Matias Edgardo Dávila fue visto por última vez en San Luis el 2 de mayo de 2017.

Matías Edgardo Dávila fue visto por última vez en San Luis el 2 de mayo de 2017 cuando tenía 76 años y la desaparición de Guadalupe Lucero hace más de tres semanas llevó a su hermano César a pedir que se reactive la investigación y reconocer un paralelismo entre ambos casos.

"Mi hermano vivía de su jubilación como efector de salud del Gobierno provincial, estaba lúcido y físicamente activo", dijo César en diálogo con Télam, y reconoció que la búsqueda de Guadalupe Lucero, la niña de 5 años desaparecida el pasado 14 de junio, removió "la angustia de la inexplicable desaparición" de su único hermano.

Los operativos de rastrillajes y la acción de la División Canes, que hoy buscan a Guadalupe, llevaron al hombre a revivir una investigación policial y judicial que quedó "trunca por las limitaciones y la esterilidad de los resultados" que no le permiten cerrar una historia "tan enigmática como dolorosa", afirmó.

El expediente judicial está en el juzgado Penal N° 1 de la ciudad de San Luis, a cargo de Marcos Flores Leyes, y el año pasado Cesar, que vive en la Ciudad de Buenos Aires pero es oriundo de San Luis, solicitó dinamizar la búsqueda.

"Me dijo que recién tomaba el juzgado y no conocía la causa, pero hasta hoy no he tenido novedades de ningún avance", afirmó en diálogo con Télam.

Con respecto a la desaparición de su hermano, relató que "una vecina lo vio por última vez esa mañana del 2 de mayo en la puerta de su casa como esperando que alguien lo pasara a buscar" y dijo que "3 o 4 meses después, alguien dijo haberlo visto en la localidad de Villa de la Quebrada", a 40 kilómetros de la ciudad de San Luis.

En ese lugar Edgardo Dávila solía montar operativos sanitarios para la festividad del santo que lleva su nombre y que convoca a promesantes y comerciantes de la región en los primeros días de mayo de cada año.
  Lucas Bolotti también tiene paradero desconocido. Lucas Bolotti también tiene paradero desconocido.

Cesar aseguró a Télam que su hermano mide aproximadamente 1,65 metros, es de tez morocha, calvo y nariz respingada y como seña particular indicó que tenía una cicatriz en el pecho del lado izquierdo producto de una intervención quirúrgica.

"Vivía solo y se supo que contaba con dos hermanas (monjas) que lo ayudaban con las tareas domésticas", añadió.

Edgardo tiene una hija adoptiva que vive en Sudáfrica con la que se comunicaba a menudo y que "no pudo venir a testificar por su desaparición debido a problemas de documentación, que la investigación no pudo saldar", explicó su hermano.

Al respecto, César consideró que su testimonio "hubiera sido fundamental porque ella estaba en relación con las personas que trabajaban en su casa".

Cuando se allanó el domicilio particular de Edgardo, se lo encontró "revuelto, se tomaron huellas y su resultado nunca fue revelado a la familia", recordó el hombre, que indicó que también se utilizaron perros para tratar de encontrarlo y se rastrillaron zonas aledañas bajo la carátula de "solicitud de paradero", como lo que ocurre con la búsqueda de Guadalupe, aunque "sin la repercusión mediática que tiene el caso hoy".
  Abel Ortiz, otro de los desaparecidos en la provincia. Abel Ortiz, otro de los desaparecidos en la provincia.

"Durante la investigación se perdieron los datos telefónicos y tampoco se logró cotejar con alguna certeza los últimos movimientos bancarios de mi hermano, que llevaba una vida digna, pero no ostentosa; era un hombre común, con vida social activa que tomaba café a diario frente a la Plaza central en la capital de San Luis, junto a sus amigos", evocó.

El caso de Dávila, se suma al de Lucas Bolotti, desparecido en julio de 2017, y al de Abel Ortiz, que fue visto por última vez en septiembre de 2014, y en todos el lugar común es que son personas "que parece habérselas tragado la tierra".  


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